«Y ahora publico mi primer libro de poemas. Esto quiere decir que en decenas de años de ir escribiendo he acabado dando por buenos treinta y dos poemas, entre cientos de otros destruidos sin pesar. Ignoro si considerar haber escrito treinta y dos poemas que merecen ser publicados puede parecer, o no, presuntuoso. Me han servido, estos poemas que han sobrevivido a la destrucción, para evocar el deseo y lo contrario del deseo, y aquí radica, quizás, mi excusa. Con ellos, pues, he probado de hablar del nacimiento del deseo, de su decrepitud, de su ausencia o de su imperio. Y me ha parecido útil presentarlos en un orden para mí casi objetivo: del barro a la luz, de la frialdad en verano, del desastre a la palpitación de la felicidad. Estos poemas son lo que flota y que, con una mezcla de gratitud, temor y perplejidad, dejo marchar.»